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Kandahar: Quieto, que es secreto abierto: los jefes militares y la pedofilia

 

Título original: Kandahar. Shh, It's an Open Secret: Warlords and Pedophilia
The New York Times  
21 de febrero de 2002
Por Craig S. Smith

KANDAHAR, Afganistán  — En el siglo XIX,  miembros de la
tribu Pastun luchando en el ejercito colonial de Gran Bretaña cantaban odas sobre su anhelo por los niños jóvenes.

 

Hace mucho tiempo que la homosexualidad, envuelta en la tradición de vínculos masculinos fuertes que son el sello distintivo de la cultura islámica y son aun más pronunciados en la sociedad estricta segregada del sur de Afganistán, ha sido una parte clandestina de la vida aquí. Pero la pedofilia ha sido su azote.


Aunque los puritanos talibanes han hechos muchos esfuerzos borrar la pedofilia de la cultura Pastun –lo cual es dominado por los hombres– ya que el Ministerio para Promover la Virtud y Prevenir el Vicio ha sido derrotado, algunos aquí están
dando rienda suelta a la pedofilia otra vez.

 

"Durante (la época) del Talibán, andando con un amigo era difícil, pero ya es fácil otra vez", dijo Ahmed Fareed, un hombre de diecinueve años. Llevó un mantón blanco que cubrió su rostro, dejando a la vista nada más que una greña oscura de pelo y los ojos penetrantes, delineados con un lápiz llamado kohl. Sr. Fareed debe saber. Dijo que un tendero lo tomó como amante cuando tuvo apenas 12 años.
 
Un interés entre los jefes militares y sus comandantes en las relaciones con niños jóvenes jugó un papel en el ascenso de los Talibán en Afganistán. En 1994, los Talibán, entonces un ejercito pequeño de estudiantes idealistas del Corán, fueron llamados rescatar un niño por lo cual dos comandantes hubieron luchados. Lo pusieron el niño en libertad y la gente respondió con
agradecimiento y apoyo.

 

"En ese periodo, los chicos no pudieron ir al mercado porque los comandantes vendrían y sacarían los que les gustaban", dijo Amin Ullah, un cambiante, señalando a sus dos hijos adolescentes encorvados sobre fajos de notas bancarias al bazar de dinero en Kandahar.


La mayoría de hombres aquí pasan la mayoría de su tiempo en la compañía de otros hombres y pocas veces vislumbran más que los pies de una mujer aparte de su madre, hermana o esposa. Este ambiente deja poco espacio por el amor romántico, mucho menos el sexo por placer entre hombres y mujeres. Pero no es difícil encontrar oportunidades alternativas.


Muhammad Daud, de veintinueve años, dice que dio cuenta de Sr. Fareed hace siete años al taller mecánico de automóviles de su padre, y persiguió el niño por meses.

 

"Si quiera Ud. un haliq –un niño por sexo– tendrá que perseguir el niño por un largo plazo antes que él aceptara", dijo Sr. Daud, sonriendo con Sr. Fareed en un hostal en Kandahar donde los dos consintieron dar una entrevista.

 

"Al principio tuvo miedo, y por eso lo compré algún chocolate y lo di mucho dinero", dijo Sr. Daud, riendo. "Lo hice paso por paso y después de seis o siente meses, él estuvo de acuerdo".


"A ese tiempo, yo no tenía barba", dijo Sr. Fareed, sonriendo.
 

Los talibanes curaron ese problema recurriendo a un castigo anciano dictado por el Shariah, un compendio de leyes islámicas:  derrumbaron una pared encima de cualquiera persona descubridlo de ser homosexual.

 

Suena un castigo raro, pero éste resuena con muchos afganos que viven en un mundo de paredes entretejidas de lodo y ceñizos, muchos de los que han perdidos su utilidad. Hay muchas paredes de tierra de 4 m de altura por .7 m de ancha que están listos estar derrumbadas.

 

En las afueras de Kandahar, Sr. Fareed indicó un montón de escombros y describió como hubo visto los Talibán poner un hombre allá en un foso poco profundo delante de una pared alta y chocar la pared con un tanque, derrumbándola encima de él.

 

Tekstvak: Un afgano al lado de los restos de una pared de lodo que los Talibán derrumbó con un tanque sobre un hombre acusado de ser gay. Este hombre dijo que él vio mucha gente afgana mataban allá.

 

"Cuando cayó la pared, la gente dijo que fue muerto, pero luego entendimos que no fue muerto", dijo Sr. Fareed.

 

El hombre era mullah Peer Muhammad, un ex estudiante del Corán que se convirtió en un combatiente talibán y luego fue encargado de los niños en la prisión central de Kandahar. Fue culpable de abuso sexual a los presos.

 

Después de que cayó la pared encima de él, su familia le desenterraron y llevaron al hospital. Pasó seis días allá y otros seis meses en la cárcel, pero según el castigo, los sobrevivientes son puestos en libertad. Sus ex vecinos dicen que vive ahora en Pakistán. 

 

Un hombre que dijo que es dueño de la pared que cayó sobre Sr. Muhammad dijo que ha visto el Talibán derrumbar secciones sucesivas de la pared encima de un otro hombre siete veces, desenterrándole cada vez y moviéndole más adelante de la pared restante hasta que murió. El hombre fue condenado de la violación y matanza de un niño.

 

"Tuvimos que tener mucho cuidado, entonces", dijo Sr. Fareed, por instinto echándose atrás de la muchedumbre formándose al sitio durante el visito del reportero. Dijo que él y su amante podrían reunir solamente en las noches en sus casas, y trataban abstenerse del contacto físico por temor de ser descubridlos por la red amplia de espionaje de los Talibán.

 

Ahora, los talibanes se fueron y los comandantes han regresado, algunos con sus predilectos. El problema es tan generalizado que el gobierno decretó un orden prohibiendo "niños sin barbas" –un eufemismo por las parejas jóvenes de sexo– en las oficinas de policías, bases militares y recintos de los comandantes.

 

Aunque los hombres están cortejando los niños otra vez, pocos lo hacen en manera abierta.

 

"Todavía, sentimos avergonzados con nuestros hermanos mayores y padres", dijo Sr. Fareed.

Pero insistió que no tiene ningún
remordimiento de ser seducido en una relación por su amigo mayor. Cuando preguntado si él hiciese lo mismo con un niño joven, Sr. Fareed dijo que sí.

"Estoy buscando a un ahora", dijo con una sonrisa. 

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